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Livia

Las diez mujeres más importantes de la Roma antigua

A pesar de que las estructuras patriarcales fueron la columna vertebral de la civilización romana desde su nacimiento hasta su desaparición, pocos pueblos de la Antigüedad concedieron a la mujer tantos derechos y libertades como hizo Roma. Frente a una mujer ateniense recluida en casa y dominada en todas las facetas de su vida al varón, la mujer romana siempre gozó de una cierta independencia respecto al esposo, especialmente si procedía de una familia acaudalada. Las mujeres que aportaban una dote cuantiosa al matrimonio gozaban de una especial independencia, pues en caso de divorcio esa parte del patrimonio común regresaba íntegro a ella. Como ocurría en otras sociedades, las viudas eran las que disfrutaban de una mayor libertad, pues controlaban su propio patrimonio y no dependían de ningún hombre más allá de la autoridad que sus hijos varones trataran de ejercer sobre ellas.

Naturalmente, estos esquemas solo se aplicaban a las mujeres de las clases altas, las hijas y esposas de los grandes senadores y caballeros. Por desgracia, sabemos muy poco de las mujeres de las clases bajas, ya que las fuentes literarias las ignoran casi por sistema. Es muy probable que su vida fuera incluso más miserable y difícil que las que llevaban los hombres de su misma condición social.

Algunas mujeres consiguieron elevarse por encima de sus contemporáneos, alzarse en un mundo dominado por los hombres y convertirse en piezas fundamentales de la política, las artes o la ciencia de su tiempo. En esta lista recogemos a las diez mujeres que, desde nuestro punto de vista, marcaron de un modo u otro el devenir histórico de Roma, y sin las cuales su mundo, y en consecuencia el nuestro, no habría sido el mismo.

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Origen: Las diez mujeres más importantes de la Roma antigua


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Circo Máximo

Abre al público el Circo Máximo de Roma

El mayor circo de la antigua civilización romana, de unos 600 metros de largo y 140 de ancho, se ha convertido en un museo al aire libre

Roma ha recuperado uno de sus lugares más simbólicos: el Circo Máximo, la estructura para espectáculos más grande de la Antigüedad, conocida sobre todo por las carreras de carros en la Antigua Roma. El Circo Máximo, o Circo Massimo en italiano, se remonta a los orígenes de la ciudad: cuenta la leyenda que allí tuvo lugar el Rapto de las Sabinas, es decir, el secuestro de las más bellas mujeres sabinas durante unas pruebas deportivas y por parte de los fundadores de Roma. El área arqueológica del Circo Máximo ha abierto por primera vez al público tras la finalización de los trabajos de restauración y de excavación, que comenzaron en 2009.

El mayor circo de la antigua civilización romana, de unos 600 metros de largo y 140 de ancho, ha acogido todo tipo de eventos públicos a lo largo de la historia: competiciones hípicas, caza con animales exóticos, representaciones teatrales, ejecuciones, procesiones religiosas y triunfales… Por el valle pasó posteriormente un curso de agua conocido como Acqua Mariana, se convirtió en una zona de cultivos agrícolas y de molinos, en la propiedad privada de la familia Frangipane, en un cementerio judío y, a partir del siglo XIX, acogió un gasómetro, almacenes, manufacturas, empresas artesanales y viviendas.

La zona arqueológica del Circo Máximo se ha transformado en un museo al aire libre, con una terraza panorámica que permite contemplar el antiguo recinto alargado, partido en dos por una spina o muro central que estaba decorado con estatuas, templetes, estanques y dos grandes obeliscos egipcios que en el siglo XVI fueron trasladados a la Piazza di San Giovanni in Laterano y a la Piazza del Popolo. Los visitantes pueden acceder a las galerías que conducían a las gradas de la cávea y pueden observar lo que queda de las antiguas letrinas, tabernas romanas y lupanares, entre otras cosas.

Origen: Abre al público el Circo Máximo de Roma, donde se disputaban las carreras de carros | La túnica de Neso


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Descubren una civilización que vivió sin guerras ni desigualdad durante 700 años

Imaginaos la existencia de una sociedad sin guerras, armas ni desigualdad. Es una utopía, ¿verdad? Pues, parece increíble, pero existió. Los habitantes del valle del Indo vivieron así durante más de medio milenio (2600-1900 aC) en las llanuras del río Indo. Desde que arqueólogos británicos e indios tuvieron constancia de la existencia de este pueblo, en la década de 1920, han surgido numerosas teorías de su civilación. Una de ellas la apunta ahora Andrew Robinson, autor del libro ‘The Indus: Lost civilizations’, en un artículo de la revista ‘New Scientist’.

Después de casi un siglo de excavaciones se han descubierto más de un millar de asentamientos que abarcan, al menos, 800.000 kilómetros cuadrados de lo que hoy es Pakistán y el noroeste de la India. La investigación ha revelado datos sorprendentes que ofrecen un halo de esperanza a la humanidad. Robinson apunta que, aunque «fue una sociedad próspera y moderna», no se han encontrado restos arqueológicos que evidencien la presencia de ejércitos o alguna guerra en la región.

El escritor señala que los arqueólogos solo han descubierto una representación de seres humanos luchando, la cual forma parte de una escena mítica de una diosa femenina con los cuernos de cabra y el cuerpo de un tigre. «Tampoco hay evidencia de caballos, lo que sugiere que no se utilizaban para atacar a otros pueblos y ciudades». Asimismo, los esqueletos encontrados pertenecen a personas que murieron por alguna enfermedad, no como parte de ningún ataque.

Un pueblo moderno sin palacios ni templos

Este pueblo no solo vivía sin violencia, sino también sin lujos: desde que fue descubierto no se ha encontrado ningún signo de que hubiera habido «ni un solo palacio real o un gran templo», dijo Robinson en una ocasión a Neil MacGregor, director del British Museum.

Podrías pensar que esto sucedió porque eran cuatro gatos. Pero nada más lejos de la realidad. El valle del Indo contaba con una población de un millón de personas, las cuales se dedicaban al comercio de exportación marítima en el Golfo y Mesopotamia, donde se han descubierto objetos con signos de estos individuos.

La mayoría de los asentamientos –cuenta Robinson– eran pueblos, pero también había al menos cinco ciudades. Los más grandes son Mohenjo-Daro (Patrimonio de la Humanidad y ubicado cerca del río Indo) y Harappa, en el que destaca la planificación de sus calles. «Estos habitantes fueron los primeros en construir aseos, así como collares de piedras preciosas elaboradamente confeccionados y piedras exquisitamente talladas con escrituras que aún no han sido descifradas», añade.

No existía ningún gobierno: eran todos iguales

Mientras que Robinson y MacGregor están seguros de que los habitantes de Valle del Indo vivieron sin ningún conflicto armado, otros intelectuales lo ponen en duda. Uno de ellos es Richard Meadow, director del laboratorio de arqueología del Peabody Museum de la Universidad de Harvard: «Nunca ha existido una sociedad sin conflictos de mayor o menor escala», recoge ‘Daily Mail’. Este sostiene que hasta que no se descifre la escritura del Indo no podremos saber a ciencia cierta si tenían esta vida tan idílica, donde la desigualdad no tenía cabida.

Las sociedades de un tamaño considerable son generalmente supervisadas por un gobierno central, pero no han encontrado pruebas evidentes de que en el Indo hubiera aquello. Hasta ahora, la única pista que tenemos de que esto fuese posible es un busto de un hombre con barba que podría ser un rey o sacerdote (imagen de la izquierda). Resulta llamativo que hubieran construido tantos edificios y planificado las ciudades (como la de Mohenjo-Daro) sin la coordinación de un líder que organizase a las decenas de miles de hombres que trabajaron en ello.

Parece increíble que la civilización del Indo viviese en una utopía fantástica, pero las pesquisas apuntan a que así fue. Hasta que no se descifre la escritura (ya ha habido más de cien intentos), no es posible argumentar lo contrario, pues las pruebas parecen determinantes.

La misteriosa desaparición del Indo

El enigma de la civilización del valle del Indo no solo se reduce a su existencia, sino también a su desaparición. En el siglo XXII a.C., mientras el caos se extendía por Egipto, las ciudades del valle del Indo vivían un momento de esplendor. Pero, cientos de años después, en torno al año 1900 a.C., todas fueron abandonadas. El pueblo desapareció sin más.

Se han planteado diversas hipótesis para explicarlo, desde invasiones y revueltas políticas hasta catástrofes naturales. La más aceptada apunta al cambio brusco de algunos cauces fluviales, lo que provocó grandes inundaciones y el desbordamiento de los ríos. Además, hay indicios de que en esa época hubo una prolongada sequía, lo que pudo haber destruido la economía de la región.

La civilización del valle del Indo es la más enigmática de las cuatro grandes que se conocen. Mientras que Mesopotamia, el antiguo Egipto y la antigua China se vanagloriaban de la guerra, en el valle del Indo parece inexistente. ¿Significa esto que una utopía es posible? Y si es así, ¿cómo lo hicieron y por qué desaparecieron? Solo será posible responder a estas preguntas si los arqueólogos consiguen descifrar su escritura.

Origen: Descubren una civilización que vivió sin guerras ni desigualdad durante 700 años

Autor: M. Palmero (El Confidencial, 17 de septiembre de 2016)


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Anfiteatro de Itálica

El anfiteatro de Itálica, escenario de batalla para Juego de Tronos

Los responsables de la productora de la serie ya han visitado personalmente las instalaciones de la ciudad romana.

El anfiteatro de la ciudad romana de Itálica, en Santiponce (Sevilla), será escenario de una batalla en la séptima temporada de la serie de HBO Juego de Tronos, dentro del listado de escenarios del rodaje en su regreso a España de la exitosa producción estadounidense.

Así lo han confirmado a Efe fuentes de la Oficina de Gestión del complejo arqueológico, que han concretado que los responsables de la productora de la serie ya han visitado personalmente las instalaciones de la ciudad romana, centrándose en el anfiteatro como un lugar ideal para rodar una de las escenas de acción.

Sin concretar cuando se iniciaría el rodaje de las escenas en Itálica, sí han señalado que el anfiteatro les ha parecido el lugar idóneo para lo que tienen pensado en uno de los episodios de la nueva temporada.

El anfiteatro fue construido en el norte de la que fue la primera ciudad romana en Hispania, Itálica, fundada en el año 206 a. C., y en su día, con 25.000 personas de aforo, fue uno de los más grandes de todo el Imperio Romano.

A falta de conocer más datos sobre el rodaje de la séptima temporada, HBO ha concretado que entre las localizaciones de la nueva temporada en España estarán Sevilla, Cáceres, Almodóvar del Río (Córdoba), Santiponce (Sevilla), Zumaia (Guipúzcoa) y Bermeo (Vizcaya).

No es la primera vez que la popular serie televisiva escoge España como emplazamiento para rodar ya que, en anteriores temporadas, desplazó a su equipo a lugares como Osuna (Sevilla), Córdoba, Sevilla, Almería, Peñíscola (Castellón) o las Bardenas Reales (Navarra).

Junto a España, «Juego de Tronos» también desarrollará parte de los nuevos episodios en Islandia como complemento a la producción general de la séptima temporada, que se llevará a cabo en Irlanda del Norte.

Los nuevos capítulos de la serie inspirada en las novelas de George R.R. Martin comenzarán a grabarse este verano y su estreno está previsto para el mismo periodo de 2017.

Origen: El anfiteatro de Itálica, escenario de batalla para Juego de Tronos (Andalucía Información)


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Egipto reabre la pirámide del rey Unis en Saqqara

El ministro de Antigüedades de Egipto, Jaled el Enani, ha participado este jueves en la ceremonia de reapertura de la pirámide de Unis, ubicada en la necrópolis de Saqqara y cerrada desde hace 20 años.

Unis fue el último faraón de la dinastía V de Egipto y, pese a su pequeño tamaño, la pirámide es considerada una de las más importantes del país, ya que en ella fueron grabados por primera vez los «Textos de las Pirámides». Estos textos son un repertorio de conjuros y súplicas grabados en las cámaras de las pirámides con el propósito de ayudar al faraón en el inframundo de la mitología egipcia y asegurar su resurrección y vida eterna.

El egiptólogo Gaston Maspero fue el primero en entrar en la pirámide en 1881, y ésta fue cerrada en 1996 debido a que la alta tasa de humedad estaba afectando negativamente su cámara funeraria.

Según las informaciones facilitadas por el diario egipcio «Al Ahram», la reapertura ha sido posible tras la instalación de un sistema de ventilación que permitirá controlar los niveles de humedad y calor en el interior de las instalaciones.

En este sentido, El Enani ha destacado que la apertura de la pirámide es una muestra de la cooperación entre distintos sectores del Gobierno egipcio, adelantando que se abrirán más en el futuro para atraer el turismo.

Origen: Egipto reabre la pirámide del rey Unis en Saqqara (Diario ABC, 27 de mayo de 2016)


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Presentación de EL SECRETO DE LOS BALBO en Cádiz

La obra “El Secreto de los Balbo”, de J. A. Ortega, presentada en Cádiz

El nuevo y último libro del periodista y escritor barreño fue dado a conocer el pasado miércoles, 11 de mayo, en la XXXI Edición de la Feria del Libro de la capital gaditana. El acto tuvo lugar en el Baluarte de la Candelaria y contó con la participación del catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Córdoba Juan Francisco Rodríguez Neila, autor de varias obras ensayísticas y ponencias sobre la Hispania Romana y la Antigua Gades. La cita estuvo complementada con la proyección de un vídeo que sirve de introducción al relato de Ortega y la lectura de un pasaje del texto a cargo de la Asociación de Personas Lectoras de Cádiz.

 

Firma de EL SECRETO DE LOS BALBO en Cádiz

La nueva novela de José A. Ortega, a la venta desde el pasado 23 de febrero, se centra en la figura de un personaje de origen gaditano que gozó de notable protagonismo en la Roma del siglo I a. C. Lucio Cornelio Balbo El Menor, sobrino de Lucio Cornelio Balbo El Mayor, amigo y confidente de César.

El argumento gira en torno a un supuesto crimen nunca resuelto, ocurrido 15 años antes de la muerte del célebre dictador, y los enredos políticos que se suceden desde que este ínclito ciudadano romano accede a su primer consulado (59 a. C.) hasta que alcanza el poder absoluto.

El texto, no obstante, ofrece a lo largo de todas sus páginas una versión novedosa respecto al desarrollo de muchos de los hechos de la época sobre los que se tienen noticias y plantea alguna que otra hipótesis que sorprende. En particular, sobre la conspiración y el magnicidio de los idus de marzo del 44 a. C., sobre el idilio amoroso entre Cleopatra, reina de Egipto, y Marco Antonio, y sobre la relación de este último con Gayo Octavio, que luego habría de convertirse en César Augusto. Además, está repleta de detalladas referencias tanto históricas como literarias, fruto de una amplia e intensa labor de documentación y consulta de numerosas fuentes.

Rodríguez Neila

Juan Francisco Rodríguez Neila (Cádiz, 1948) cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, graduándose con los Premios Extraordinarios de Licenciatura y Doctorado de Filosofía y Letras y Ayuntamiento de Sevilla. En el Departamento de Arqueología de la Universidad Hispalense elaboró, bajo la dirección del profesor Blanco Freijeiro, su estudio sobre los Cornelio Balbo de Gades. Posteriormente, en el Departamento de Historia Antigua de la misma Universidad, bajo el magisterio del profesor Presedo Vela, y como becario de Formación del Personal Investigador, elaboró su tesis doctoral sobre “La administración municipal en la Hispania Romana”, presentada en 1976 y calificada con sobresaliente “cum laude”, obteniendo en 1980 el “Trofeo Tesis Doctoral”.

Ortega, Puerto y Rodríguez Neila

Rodríguez Neila ha repartido su actividad docente entre la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, el Colegio Universitario de Letras de Cádiz y, especialmente, la Universidad de Córdoba, cuyo Departamento de Historia Antigua dirige. Actualmente ejerce como catedrático en este departamento y es director del Instituto de Historia de Andalucía. También es miembro de la Cátedra Municipal de Cultura “Adolfo de Castro” del Ayuntamiento de Cádiz y académico de la Real Academia de Córdoba. Entre sus publicaciones figuran libros como “Confidentes de César: los Balbo de Cádiz”, “El municipio romano de Gades”, “Sociedad y administración local en la Bética romana” e “Historia de Córdoba. Del amanecer prehistórico al ocaso visigodo”, así como numerosos artículos en revistas especializadas.

El proyecto de Fernando Quiñones

El catedrático de la Universidad de Córdoba ofreció unos muy interesantes apuntes sobre la figura de los Balbo de Cádiz, sobre sus orígenes y sobre su relevancia en tiempos de César. Efectuó un análisis sobre los valores de la novela histórica y las aportaciones del género a la divulgación y el conocimiento de la Historia. Desglosó el contenido de la obra de José A. Ortega y destacó las cualidades de la misma en lo que se refiere a la verosimilitud de los hechos que narra, la recreación de la época, la construcción de los personajes y la detalla información que proporciona, más allá de los elementos novelescos. Además, hizo mención a la memoria del escritor Fernando Quiñones, quien, en efecto, como ya señalara el periodista algecireño Juan José Téllez, tuvo intención de redactar una novela sobre los Balbo y contactó con él personalmente para que le documentara al respecto, aunque no concluyó el proyecto.

El Secreto de los Balbo se presenta en Cádiz

J. A. Ortega mostró su gratitud a la Editorial GoodBooks por la publicación de “El Secreto de los Balbo” y a las personas que le prestaron su colaboración durante la elaboración de este nuevo libro. También añadió algunas reflexiones sobre lo que perdura del legado de Roma y la Antigüedad Clásica en nuestros días, así como sobre la importancia de la investigación histórica para explicar el presente, afrontar con mejores perspectivas los problemas del mundo de hoy y contribuir a la prosperidad y el desarrollo de los pueblos.

El periodista y escritor barreño ya presentó “El Secreto de Los Balbo” en Los Barrios, con notable éxito de público, el pasado 10 de marzo, llenando la amplia sala del Edificio Pósito, y en el Centro Documental José Luis Cano de Algeciras, el pasado 26 de abril.


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El Secreto de los Balbo, en palabras del escritor y periodista Juan José Téllez

José Antonio Ortega, probablemente, no sepa que ha escrito la novela perdida de Fernando Quiñones. El escritor gaditano soñó, en su día, con escribir una larga narración sobre los Balbo –tío y sobrino–, quienes consiguieron la ciudadanía romana para todos los gaditanos y apoyaron a César en la guerra civil.

En “El secreto de los Balbo”, Ortega enmascara su pluma –sólida y amena– bajo el juego de que se trata de una especie de memoria, que resultaría de “una adaptación del texto latino publicado bajo el título De secreto Balborum –Sobre el secreto de los Balbo– e incluido en una edición de 1826, impresa en Berna, de la que se conserva un ejemplar en la Biblioteca apostólica Vaticana y otro en la Biblioteca de la Abadía de Saint Gall”.

La acción gira en torno a dos personajes singulares, conocidos bajo el mismo nombre, Lucio Cornelio Balbo, llamado Balbo el Mayor (Gades, 97  ó 100 a. C. – fecha de la muerte desconocida) y su sobrino, apodado Balbo El Menor. El primero de ellos fue un político y gobernante hispano que ocupó los más altos puestos en la República de Roma, siendo el primer extranjero en conseguir el honor de cónsul en el año 40 a. C. Pertenecía a una poderosa familia de origen púnico enriquecida por el comercio, pero él cosechó fama de usurero y de intrigante: en el teatro romano de Cádiz, por ejemplo, se descubrió hace unos años la primera pintada de la historia en la que se le llama “Balbo Latro”, “Balbo ladrón”, cincelada sobre el sitial que presumiblemente ocupaba en dicho recinto.

Portada del libro "El Secreto de los Balbo"El poder de Balbo el Mayor fue considerable, tras convertirse en consejero de Cayo Julio César, nombrado cuestor en la Bética, en el año 69 a. C. Este encuentro resultaría crucial para su futuro, ya que se convierte en confidente y amigo del futuro dictador. El fue quien le llevó al templo gaditano de Melkart, el origen del mito de Hércules, a rezar ante el viejo dios fenicio. Suetonio nos cuenta que, allí, «al contemplar una estatua de Alejandro Magno se echó a llorar, como avergonzado de su inactividad pues no había hecho todavía nada digno de memoria en una edad en la que ya Alejandro había conquistado el orbe de la tierra».

En el año 60 antes de Cristo, Balbo ya aparece en Roma como hombre de confianza de Julio César y las crónicas le dibujan como uno de los artífices del acuerdo que facilitó el triunvirato entre César, Pompeyo y Craso. En el 59 marcha junto a César a su campaña de las Galias siendo su enlace con Roma, adonde viajaba continuamente para mantener informado a César de los acontecimientos políticos en la capital. A Balbo se le atribuye la creación de uno de los primeros servicios secretos de la historia, consolidando su poder en el Imperio. Desde dicha posición, llega a financiar algunas campañas bélicas, siempre al servicio de Julio César, con quien urde el pacto de Lucca con Pompeyo en el año 56 a.C. No pudo impedir, sin embargo, la guerra civil que, en gran medida, también tuvo un claro reflejo en Hispania. Gades apoyó al bando de César mientras que los pompeyanos intentaron encontrar refugio en la campogibraltareña Carteia. Desde allí, tras la batalla de Munda en el año 45, Cneo Pompeyo intentó escapar haciéndose a la mar, perseguido por la flota de Gades al mando de Didio. Después de una tenaz resistencia, sus partidarios y él mismo fueron exterminados, y su cabeza llevada a Gades ante César el 12 de abril y expuesta a la vista de todos sus habitantes.

El asesinato de César, sobre el que gira en gran medida la novela de José Antonio Ortega, se produce un año después, en el 44 antes de Cristo, pero la historia de Balbo prosiguió luego: de hecho, organizó un partido cesariano en apoyo de Octavio frente a Marco Antonio, otros de los protagonistas de este libro. Cuando ambos llegan a un acuerdo en el año 40 a. C., Balbo fue honrado con el consulado, siendo el primer no itálico en conseguirlo. Poco después se retira de la política activa para seguir apoyando a su sobrino.

Quiñones no pudo escribir su novela sobre los Balbo pero, en su libro “Las crónicas de Hispania”,  de 1985, nos dejó escrito un poema que podría prefigurar su opinión sobre dicho personaje y sobre su tiempo, con alusiones al teatro romano que la familia Balbo construyó o al garum que procedía de Baelo Claudia, aunque no mencione a las “puellae gaditanae”, las bailarinas de Gades, que hicieron sonar sus crótalos en la Roma imperial:

BALBO

Cádiz, quinta década antes de Cristo
Naves no han de llegar con este viento
y todo está ya a punto, dispuestas
las vestimentas y las máscaras,
limpios el escenario, el graderío…

Hablaba el amo de que muchos
vendrían también por la Calzada Grande
de la mar, pero apenas si he visto forasteros.

Van el vino y el gárum a sobrar en las ánforas,
y estos tiempos contrarios harán ruina
la representación.

El señor quiso
que los esclavos viéramos ayer el ensayo final
de su drama en honor del César
apuñalado en Roma. “Mi tragedia –decía,
y esta mañana volví a oírselo−
ha de traer aquí gente de toda
la Bética, herirá los corazones,
secará los pozos…”

Pero el viento borraba las palabras
de los actores, arremolinaba
contra sus caras los ropajes,
la arena enceguecía al coro.

Y ahora no hay nadie. Sólo sus dolidas
fidelidad, soberbia,
se obstinan en mover los hilos muertos de la trama.

Ese es el contexto sobre el que José Antonio Ortega ha construido una novela hábil, eficaz en su planteamiento, rigurosa en su contexto y amena bajo las condiciones habituales de la novela histórica. Bajo una espléndida edición de GoodBooks, el hilo argumental se centra en un crimen que no llegó a ser resuelto y que habría tenido lugar quince años antes del asesinato de Julio César, a partir de que el futuro emperador alcance su primer consulado en el año 59 antes de Cristo.

La secuencia histórica de esta narración transcurre durante la transición de la República al Imperio, pero brinda algunas claves que dibujan una versión original del célebre magnicidio de los idus de marzo. Aunque existen personajes de ficción –como la ardiente Clio–, la novela de Ortega está habitada por personalidades que existieron y que han dejado un rastro muy diverso en la historia, desde Cleopatra y Marco Antonio o la controvertida relación de este con Gayo Octavio, que luego habría de convertirse en César Augusto. Ortega sabe dibujar también, con tanto rigor como soltura, a personajes secundarios de esa misma atmósfera, como es el caso de Atia Balba, fémina reverendísima, un ejemplo clásico de matrona romana: que nadie lo dude, sea dios o no lo sea, concluía su leyenda.

Ortega nos plantea una novela llena de información sobre la antigüedad romana y partiría de un supuesto manuscrito firmado por Lucio Cornelio Balbo El Menor entre los 9 y 10 de nuestra era, poco antes de su muerte en la colonia romana de Norba Caesarina. Tras la muerte de César, Balbo el mayor se posicionará a favor de Octavio y asistirá a su guerra con Marco Antonio.

El autor de esta novela, José Antonio Ortega, nació en Los Barrios,  el 4 de enero de 1965. Periodista y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, hasta la fecha ha publicado cuentos y poemas en antologías compartidas y revistas literarias, tanto en España como en el exterior, y tres libros: “El Reino de las Sirenas” (Ediciones Atlantis, 2011), una sorpresa literaria en toda regla; “El clan de los ilusos” (Publicaciones del Sur, 1999) y “Viaje de regreso” (1996). Sin embargo, desde niño le gustaron las películas de romanos y los libros que transcurrían en dicha etapa histórica. Así que cuando empezaba a soñar con la literatura, con tan sólo catorce años, decidió escribir una historia que transcurría en un circo de Roma y que, lógicamente, decidió que nunca viera la luz. Ahora, durante los últimos tres años, se ha reconciliado con ese mismo ámbito, con mucha más experiencia literaria y una clara concepción del artefacto que supone la construcción de una novela.

El periodismo, que ha cultivado en Europa Sur, El Faro de Algeciras Información, Viva Campo de Gibraltar, o en el periódico digital Noticias de la Villa, le ha brindado la experiencia necesaria en materia de documentación para trazar un formidable retrato coral de la Roma imperial, con un lenguaje sabiamente inspirado en las traducciones clásicas latinas. Se trata de un simple ropaje porque, más allá de las convenciones de la historiografía, el relato que urde deja escapar siempre al narrador de raza que encierra y que ahora corona con la precisión de un orfebre y con la intrepidez de un aventurero, algo más que la ficción de un enigma. Quizá en el secreto de los Balbo podamos descubrir otros secretos de la historia y de nuestro propio mundo. Lo que ya ha dejado de ser un secreto es la calidad literaria de quien lo escribe.

 

Juan José Téllez


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PRESENTACIÓN DEL LIBRO EL SECRETO DE LOS BALBO EN ALGECIRAS

La novela perdida de Fernando Quiñones

José A. Ortega presentó el pasado martes, 26 de abril, El Secreto de los Balbo en la XXXI Feria del Libro de Algeciras.

El acto tuvo lugar en el Centro Documental José Luis Cano y contó con la presencia de la delegada de Cultura del Ayuntamiento de Algeciras, Pilar Pintor, y el vicepresidente de la Fundación Provincial de Cultura, Salvador Puerto. También participó Miguel Vega, técnico de la Delegación de Cultura de Algeciras, que dio lectura a un texto del periodista y escritor Juan José Téllez dedicado a Ortega y a su nueva y última obra. El director de programación y contenidos del Centro Andaluz de las Letras tenía prevista su asistencia a esta presentación pero a última hora no pudo acudir por motivos de agenda.

La nueva obra del escritor barreño, publicada por Editorial GoodBooks, y a la venta desde el pasado 23 de febrero, se centra en las vidas de Lucio Cornelio Balbo El Mayor y Lucio Cornelio Balbo El Menor, personajes originarios de Cádiz que gozaron de notable protagonismo en la Roma del siglo I a. C.

“La novela perdida de Fernando Quiñones”. Con esta expresión se refirió el exdirector del diario Europa Sur al libro del autor barreño. “José Antonio Ortega, probablemente, no sepa que ha escrito la novela perdida de Fernando Quiñones. El escritor gaditano soñó, en su día, con escribir una larga narración sobre los Balbo –tío y sobrino–, quienes consiguieron la ciudadanía romana para todos los gaditanos y apoyaron a César en la guerra civil”, fueron las primeras palabras del conocido periodista y escritor algecireño, en boca de Miguel Vega.

“El periodismo, que ha cultivado en Europa Sur, El Faro de Algeciras Información, Viva Campo de Gibraltar, o en el periódico digital Noticias de la Villa, le ha brindado (a José A. Ortega) la experiencia necesaria en materia de documentación para trazar un formidable retrato coral de la Roma imperial, con un lenguaje sabiamente inspirado en las traducciones clásicas latinas. Se trata de un simple ropaje porque, más allá de las convenciones de la historiografía, el relato que urde deja escapar siempre al narrador de raza que encierra y que ahora corona con la precisión de un orfebre y con la intrepidez de un aventurero, algo más que la ficción de un enigma. Quizá en ‘El secreto de los Balbo’ podamos descubrir otros secretos de la historia y de nuestro propio mundo. Lo que ya ha dejado de ser un secreto es la calidad literaria de quien lo escribe”, afirma Téllez.

J. A. Ortega agradeció a la Editorial GoodBooks su apuesta por la publicación de “El Secreto de los Balbo” y también mostró su gratitud a las personas que colaboraron con él en algunas fases de la elaboración de este nuevo libro. Además, apuntó algunas reflexiones sobre lo que perdura del legado de Roma y la Antigüedad Clásica en nuestros días, así como sobre la importancia de la investigación histórica para explicar el presente, afrontar con mejores perspectivas los problemas del mundo de hoy y contribuir a la prosperidad y el desarrollo de los pueblos.

El argumento de “El Secreto de los Balbo” gira en torno a un supuesto crimen nunca resuelto, ocurrido 15 años antes de la muerte de César y los enredos políticos que se suceden desde que el célebre dictador romano accede a su primer consulado (59 a. C.) hasta que alcanza el poder absoluto.

La novela, no obstante, ofrece a lo largo de todas sus páginas una versión novedosa respecto al desarrollo de muchos de los hechos de la época sobre los que se tienen noticias y plantea alguna que otra hipótesis que sorprende. En particular, sobre la conspiración y el magnicidio de los idus de marzo del 44 a. C., sobre el idilio amoroso entre Cleopatra, reina de Egipto, y Marco Antonio, y sobre la relación de este último con Gayo Octavio, que luego habría de convertirse en César Augusto. Además, está repleta de detalladas referencias tanto históricas como literarias, fruto de una amplia e intensa labor de documentación y consulta de numerosas fuentes.

Ortega ya presentó “El Secreto de los Balbo” en Los Barrios, con notable éxito de público, el pasado 10 de marzo, llenando la amplia sala del Edificio Pósito, y tiene previsto presentarla en Cádiz el próximo día 11 de mayo, así como en El Puerto de Santa María, en una fecha aún por concretar.


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Minas romanas en Hispania, la joya del imperio

 

El papel que jugaron las minas enclavadas en suelo hispano durante la dominación romana fue de vital importancia para la economía de la República y posteriormente del Imperio. Sometidas a métodos de explotación intensivos y revolucionarios para la época, en muchos casos transformaron el paisaje de algunas zonas de nuestro país.

Por: José Luis Hernández Garvi

Desde tiempos inmemoriales, la península italiana se había caracterizado por su escasez de yacimientos minerales de importancia, reduciéndose a unos pocos filones de oro localizados en las laderas de los Alpes y de cobre en Campania, escasos recursos que venían siendo explotados desde tiempo de los etruscos. Con el advenimiento de la República romana pronto se hizo evidente que esa pobreza minera, sobre todo en metales preciosos, era insuficiente para mantener las necesidades de un estado que aspiraba a convertirse en una potencia hegemónica en toda la cuenca del Mediterráneo.

Cuando la civilización romana empezó a extender su poder e influencia fuera de los límites geográficos en los que hasta entonces había estado constreñida, sus máximos representantes empezaron a controlar y administrar la riqueza de los pueblos a los que sometían. Cereales, aceite de oliva, vino, caballos, productos manufacturados y esclavos, se convirtieron en la base de un comercio dinámico que dio origen a las primeras grandes fortunas de la época. Sin embargo, la falta de minerales con los que financiar operaciones mercantiles o fabricar espadas para las legiones continuaba siendo un grave problema que las nuevas posesiones de un imperio en expansión eran incapaces de cubrir.

En el Norte de África, la cordillera del Atlas apenas ofrecía unas vetas de oro con un rendimiento bastante pobre para cubrir esas necesidades. En Macedonia, distrito romano situado al norte de Grecia y famoso por sus minas, los yacimientos estaban completamente agotados. Los romanos conseguían algo de oro y piedras preciosas de sus intercambios comerciales con Egipto, que a su vez los extraían de Nubia. De la misma forma, habría que esperar a que en el año 44 d.C. el emperador Claudio completase la conquista de Britania para que Roma tuviera acceso a grandes minas de hierro.

Mientras los administradores romanos buscaban desesperadamente nuevos yacimientos que explotar, empezaron a circular rumores que hablaban de las fabulosas riquezas que guardaba el subsuelo de la Península Ibérica. En el siglo III a. C., el escritor griego Ateneo ya aludía a la gran riqueza de Hispania en mineral de hierro. De la misma época son los comentarios de Filón de Bizancio, que hablaba de la fama alcanzada por el filo de las espadas celtíberas, capaces de amputar miembros de un solo tajo y que los romanos intentaron imitar sin éxito. Todas estas noticias despertaron el interés y la codicia de la mayor potencia económica y militar de la época.

Las expectativas de los romanos se confirmaron cuando pusieron su pie en la Península Ibérica, acontecimiento que tuvo lugar durante las Guerras Púnicas y más concretamente con el desembarco de los Escipiones en Ampurias. En este periodo, las minas más famosas fueron las de Carthago Nova, ciudad fundada por Asdrúbal, que contaba con los yacimientos de plomo argentífero más productivos de aquella época. Polibio, un historiador griego que acompañó a los romanos en su avance por Hispania y que fue testigo de la conquista de Numancia, visitó estas minas. Su testimonio, recogido por el geógrafo griego Estrabón en su obra Geografía en la que dedica su libro III por entero a Hispania, describía los métodos de explotación que se empleaban para extraer el mineral de estos yacimientos y su enorme riqueza. En ellos trabajaban 40.000 obreros en una extensión que ocupaba varios kilómetros cuadrados, extrayendo de las entrañas de la tierra 25.000 dracmas de beneficio diario. Para hacernos una idea del nivel de explotación al que fueron sometidas podemos fijarnos en las montañas de escombros de aquella época que aún existen en las proximidades de Cartagena. Tan sólo en el de Herrerías se calcula que hay 276.000 toneladas de escoria.

Siguiendo con el relato de las fuentes históricas, los pozos mineros abiertos por Aníbal en Hispania le reportaban trescientas libras de plata diarias. En las explotaciones se trabajaba sin descanso día y noche, en turnos fijados por la duración de las rudimentarias lámparas de aceite que llevaban los mineros. Según la descripción del polifacético griego Posidonio, recogida también por el cronista Estrabón, los metales obtenidos en las minas hispanas se hicieron famosos por su calidad y cantidad, llegando a convertirse en legendarios con la divulgación de algunos relatos que hablaban de una riqueza extraordinaria al alcance de la mano. El más extendido era el que hablaba de un pavoroso incendio forestal que había tenido lugar en Turdetania, la Hispania Ulterior o Bética de los romanos, afectando a las lomas boscosas de un monte en el que había una veta incalculable de plata. Extinguido el fuego, el metal fundido por el intenso calor salió a la superficie en forma de torrentes resplandecientes.

Los ríos de la Península también eran explotados a la búsqueda de pepitas de oro. En una imagen que nos recuerda a la de los mineros del Lejano Oeste, las arenas auríferas eran transportadas hasta pilas o pozos construidos en las riberas, lugares en donde eran tamizadas con cedazos manejados por las manos expertas de mujeres de ojos acostumbrados a localizar las pepitas. Las cuencas del Tajo, Genil, Duero y Miño fueron las de mayor rendimiento, sembradas de pequeñas explotaciones dedicadas a extraer la riqueza que entonces arrastraban las corrientes de estos ríos.

La riqueza de Hispania en metales preciosos queda reflejada en el botín de guerra obtenido por Publio Cornelio Escipión tras la conquista de Carthago Nova. Según el relato de los cronistas, estaba compuesto por 276 páteras de oro de una libra de peso cada una, 18.300 libras de plata trabajada o acuñada, y un gran número de vasos y recipientes hechos del mismo metal. Con estos datos y cifras no debe extrañarnos que los romanos considerasen a Hispania como una especie de Eldorado mediterráneo en el cual las riquezas manaban del suelo y eran transportadas por los ríos ofreciéndose a quien las cogiera, imágenes que despertaban las ambiciones de los más codiciosos.

Origen: Minas romanas en Hispania, la joya del imperio (Extraído de la web: Historia de Iberia Vieja)


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El fin de los piratas en la República romana

Los intentos de la Roma republicana de erradicar a los piratas fracasó sistemáticamente. Varias décadas duró la persecución y el intento de exterminar al terror de los mares y al más grande de los problemas del comercio. No sólo valiosos botines acababan en manos de los piratas, sino que también numerosas personalidades del mundo romano, entre las cuales el mismísimo César, conocieron la cautividad pirata, de la cual solamente consiguieron escapar a cambio de un rescate orbital.

Cuando estos ladrones de mar atracaron incluso el puerto de Ostia y empezaron a atemorizar los paseantes de Via Appia se decidió que el problema debía ser resuelto.

Fue en el año 67 a.C. que el inluyente político y militar Gabinio propuso un proyecto de ley que prometía acabar de una vez por todas con los piratas. El encargado de llevar la misión a cabo fue el cónsul Pompeyo, lo que causó revuelo en el senado y levantó voces escandalizadas. La ley le dio poder sobre toda la extensión del mar, manteniéndose alejado de las costas a 50 millas mar adentro.

Contando con el apoyo de influentes oradores como Cicerón y César se estableció que 24 legados, 500 naves, 20 legiones (120 000 soldados) y 5000 jinetes serían puestos a la disposición de Pompeyo, el dueño del imperio de Neptuno, para combatir a los temibles piratas. Disponía, además, de dinero ilimitado proveniente del tesoro público. Lex Gabinia fue bien recibida por la plebe, pero el senado estuvo aterrado por el gran y peligroso poder que se le entregaba a Pompeyo y que, a partir de aquel momento, representaba una amenaza para la estabilidad de la república.

Usándose de la calma y la minuciosidad que le eran características, elaboró el plan estratégico más brillante de toda su carrera militar. Dividió el Mar Mediterráneo en trece sectores, colocando en cada uno a un legado al mando, al que le entregaba un número de naves y hombres. Sincronizadamente empezarona a atacar naves piratas, a los cuales capturaba en grupo. Los que conseguían huir lo hacía desorganizadamente, juntándose nuevamente en su punto de reunión, Cilicia.

Origen: El fin de los piratas en la República romana (Web http://www.queaprendemoshoy.com)


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